La Revista Nus es una publicación teatral editada por la Federació d’Espais Teatrals Independents (F.E.T.I.) que integraba 4 salas alternativas de teatro en la ciudad de Valencia (Carme Teatre, Teatre Círculo, Espacio Inestable y El Teatro de Campanar), y otra en el Puerto de Sagunto (Columna Teatre).
N. 1 (Primavera 2002)
Podría ser suficiente para hablar de quienes somos el manifiesto que cada obra estrenada ha ido dejando desde el año 1994. Pero queremos dar en NUS otra forma a nuestra presentación, la forma que las palabras toman en el espacio desnudo de un papel. Para ello no vamos a utilizar abalorios ni monedas, en cambio si estimaremos como un valor el de la des-ocupación. Esto quiere decir que como teatro que somos, laboramos en nuestro espacio en sentido diferente al mercado (económico, laboral, artístico, etc…). La des-ocupación no cotiza en bolsa por ello nuestros cuerpos quedan desabrigados de ricos y confortables mantos, viéndonos obligados a encontrar refugio en los espacios limítrofes de esta ciudad, del arte o del mismo discurso. Alejados de la moda representamos muy cercanos a todos aquellos que desde hace muchos años denunciaban al industrialismo y al «cabotinage» como la doble peste del teatro. Somos un teatro de pequeñas dimensiones que practicamos nuestro arte a partir de una visión del hombre, donde la ausencia de todo objeto ilustrativo y manido de convencionalidad es la escenografía de nuestra obra, donde no se declaran rendimientos de trabajo pues nuestro trabajo no significaba rendimiento alguno, dado que la rentabilidad de nuestra acción es tan escasa como despreciable para los que administran.
Somos como aquellos Espacios Independientes del poder eclesiástico y político que se instalaron al otro lado de la orilla del río, adonde iban los restos desechables de la ciudad, pero donde al mismo tiempo y al igual que nosotros, se encontraban fuera de la especulación y de los legales tributos. Un espacio teatral que como algunas corrientes subterráneas de la historia de la representación, se abrieron sin telón pues no necesitaron de obras colosales, ni por tanto de encarecidos telones para ocultar su sencilla obra.
Nuestra obra se presenta así: desnuda de convencionalismos falsos, libre de impuestos creativos, desprotegidos de la moda y des-ocupados en las listas del mercado laboral del arte. Queremos que nuestro Espacio sea Independiente y por eso vacío de superfluos adornos. El cuerpo del actor es demasiada carga para arruinarlo con los abalorios de los comerciantes; la palabra demasiado comprometedora para ahogarla con charlas de todos los días; la vida demasiado brillante para anegarla con la miserable huida del entretenimiento.
Un pequeño Espacio Teatral con una necesidad: hacer teatro. Hacer es un acto y un acto es un hecho que se da en un lugar preciso a una hora determinada. Hecho teatral: haber abierto un Espacio de creación y representación propio, en donde poder presentar proyectos que por su estética, lenguaje, autor o meramente por criterios temporales en el proceso de ensayo y representación no se sometían a la exigencia de los teatros ya establecidos. Posiblemente formemos con otros, y NUS puede ser la prueba, un archipiélago de islas teatrales, como diría el respetado italiano de vida escandinava, sobre las aguas de este mar mediterráneo.
Si esto es así, ahí estará el Círculo del Arte en la Escena para ayudar a escapar de la peor lacra que continua amenazando el arte escénico: la ignorancia del oficio. Una gran afición nos mueve y una enorme profesión nos mantiene. Conocemos nuestras herramientas, sabemos de nuestros límites, nos mantenemos alertas a la actualidad, al presente, para poner nuestra acción en él; pues como dijo el sabio: muchos son los filósofos que hasta ahora sólo se han dedicado a interpretar el mundo.
Te invitamos pues a que entres en donde lo pequeño crece y lo colosal cabe entre tus dos manos, si las abres. Necesitamos que te pongas, que te expongas con tus ojos abiertos y tus sentidos dispuestos; pues nosotros estamos exponiendo el resto (Espacio, Actor, Luz), para que el acontecimiento se siga produciendo.
Pero esa necesidad no nos llevará a mendigar la compasión de tu asistencia recreándonos en el puro placer de tus sentidos, convirtiendo un acto de vida, que es el teatro, en una espectacular mentira. Por eso si entras a nuestro Espacio puedes encontrarte con el calor de una grotesca carcajada o el sofoco de una irreverente pesadilla. Y todo ello nos servirá a nosotros y puede que a ti para seguir recordando que las cosas pueden hacerse de otra manera y que aunque en algún momento desapareciéramos, otros nuevamente renacerán, como la historia nos enseña, pues todo esto está hecho de la misma materia que los sueños, como dijo el Inglés, y ni el hombre jamás pudo ni podrá dejar de soñar, ni nosotros de representar con nuestra carne la materia de esas que son nuestras pesadillas.
Pablo Corral Gómez
N. 6
No es verdad que los teatros de pequeñas dimensiones son teatros por crecer. No es verdad que todo lo pequeño sea sinónimo de párvulo. No es verdad que sus ocupantes sean ociosos diletantes por llegar a ser dignos profesionales. No es verdad que la solvencia económica hace al profesional y la carencia al aficionado. Porque no es verdad que el ganar otorga el saber. No es verdad que estos teatros se abran para una privilegiada élite. No es verdad que sus artistas hagan para siempre voto de altruismo y mecenazgo. Como no es verdad que sus limitados recursos sean la merma de su arte. No es verdad que el teatro rico valga más que el teatro pobre. Que valor y precio sean intercambiables. Porque no es verdad que la mesura de la pobreza case con el descuido y la indiferencia. No es verdad que estos teatros sean una alternativa al teatro rico y de dispendio. No es verdad que para ser, haya que proclamarse alternativa. Pues no es verdad que ser alternativa dé independencia, ni tan siquiera asegura la libertad. No es verdad que este artista viva ajeno a la realidad. No es verdad que la realidad sea una. Que haya una sola realidad viviéndose. No es verdad, no es tolerable aceptar la identidad realidad-existencia. Nuestros teatros existen: esto es una realidad. No es verdad que cuenten con escaso interés. No es verdad que el interés lo es únicamente del público. No es verdad que estar en la realidad es lo que sanciona como válido el interés del público. Porque no es verdad que lo necesario al menos en el arte sea lo que compra el interés general o el interés del público. No es verdad que público sea sinónimo de espectador. Que tengan el mismo interés. No es verdad que el teatro lo conozcan los profesionales del interés del público y los negocios. No es verdad que nuestro arte necesite de ese interés. Como no es verdad que nuestros teatros necesiten plegarse al público y su interés para existir. Porque, hay de nuevo que decir, […]
N. 12. ¿Dónde está la carne?
Revisión de la lectura realizada en la sala Columna Teatre de Puerto de Sagunto con la intervención de Noelia Abenza, Ana Campos Del Alcázar y Sevi Asensi completando las 4 voces en los textos de autor, el 26 de Febrero de 2006. Una reflexión a partir del taller “Carne” dirigido por Eva García. Se lo dedico a su búsqueda y bondad.
(Unas breves palabras a cuatro voces)
Cualquier pregunta nos lleva a una búsqueda. Una necesidad mueve la búsqueda y preguntamos. Lo hacemos una y otra vez sin desistir. Es una necesidad imperiosa, tenaz. No se rinde aún habiendo encontrado algo cercano a lo buscado. Seguimos preguntando, preguntándonos, preguntando a los otros: ¿Dónde esta la carne?
Buscamos, siempre buscamos lo que perdimos. Fue nuestro, estuvo con nosotros, nos pertenecía. Preguntamos para encontrarnos con lo que se fue, lo que fue propio, mi intimidad. ¿Dónde está? ¿Dónde esta la carne?
Hay búsquedas vanas como batallas sin ejércitos. Hay respuestas obvias a preguntas banales. Hay preguntas contestadas antes de poner interrogaciones a las palabras. Hay falsas búsquedas que entretienen lo que deberíamos querer saber. Pero y esta pregunta, hacia dónde se dirige, o mejor, hacia dónde nos dirige. Un lugar, preguntamos por un lugar adonde ir para notar que la carne está ahí. Mi carne, nuestra carne. Con la esperanza de que aún no se haya descompuesto. Roja, caliente, palpitante. Esperanza de que aún esté con vida.
Puede parecer inútil, poco inteligente, incluso engañoso buscar algo que ,dicen, tenemos tan cerca. Qué propósito encierra tal aventura, si el viaje es tan corto y tan seguro. Sólo para ciegos y los sin tacto esta pregunta puede tener sentido pues incita a un recorrido. Pero para casi todos los demás es obvio, nos dicen, que la carne está en la materia biológica de lo que llamamos cuerpo. Un conglomerado de células en continua muerte y reproducción. Que la tenemos pegada al cuerpo. Que nuestro cuerpo es la carne y que el actor sabe bien donde encontrarla pues es con su cuerpo con lo que trabaja. Por ello nos dicen «descubre» tu cuerpo, hallarás la carne.
Yo estoy ciego, un sin tacto que como impedido no descubro mi carne cuando “descubro” mi cuerpo. Observo los cuerpos; en la escena contemporánea, en la publicidad mediática, en revistas sofisticadas, en pasarelas de moda, en el cine de cómoda protesta o pornográfica velada nocturna. Veo cuerpos, muchos cuerpos, cuerpos descubiertos, desarropados. Pero no encuentro la carne. ¿Dónde, dónde esta ahí la carne?
Tal vez habría que decir que la carne que buscamos está en el límite de lo biológico. Hay que tener la visión del murciélago para orientarse en esta búsqueda. Es mejor la noche y no el día para saber de ella. La mirada del murciélago permite moverse por las grietas de la caverna en donde la carne se encuentra. La noche mantiene las pupilas abiertas para ver, para mejor ver.
Bebo en tu desgarradura
Separo tus piernas desnudas
Las abro como un libro
donde leo lo que me mata
Georges Bataille
El teatro continua siendo un arte de la mirada. Igual que en la pintura, la escena es un cuadro (también en el teatro a los actos se les llama cuadros). Un cuadro en movimiento que necesita una mirada para completarlo. Los cuerpos y las cosas ahí presentes parecen completar el cuadro. Su disposición, color y forma pueden parecer un mensaje cerrado. Pero en apariencia, sólo en apariencia esto es así. Es demasiada luz, diremos, para dejar ver esa ranura por la que el cuadro desaparece. Algo que ha de ocurrir para permitirnos entrar en su vacio. Pupilas demasiado cerradas por el resplandor de los cuerpos. Demasiada luz para adentrarse en lo oscuro del deseo. Silencios desatendidos. Carne abandonada.
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras, y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
o oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche, que guiaste,
oh noche amable más que el alborada:
oh noche, que juntaste
amado con amada,
amada en el Amado transformada!
San Juan de la Cruz
Me pregunto por algo que cuesta encontrar. Es algo perdido, posiblemente abandonado o dejado caer. Cualquier huella que es rastro desvela nuestra calma. Nos ponemos en marcha de nuevo. Sentimos el empuje que viene de dentro y de nuevo en marcha. Indagamos, preguntamos, elaboramos una obra con la esperanza de hallar con vida lo que sabemos forma parte de nuestra intimidad. El cuerpo nos confunde y parece ser este al fin nuestra carne. Espejismo, simulacro o apariencia de lo que nos grita muy cerca. Nos desarropamos, dejamos la piel al aire y a la vista, y tan tenaz como nuestra búsqueda ella, la carne, cada vez más distante, más lejana, mas oculta (Pausa).
Hay que poder mirar, hay que saber mirar. Cuando se da la luz en el teatro está la mirada. Cuando escucho las palabras está la mirada. Cuando el olfato alcanza el aroma del actor está la mirada, y si nos fuese posible saborear y tocar algo de la escena, también ahí está la mirada. La mirada del murciélago lúcida y ciega a la vez, pues en la oscura presencia del deseo resplandece una carne sin cuerpo que solo los ciegos pueden ver.
Hasta que al fin
llegó el día
llegó al fin
al fin de un largo día
sentada a la ventana
quieta a su ventana
frente a otras ventanas
otras únicas ventanas
con todas las persianas bajadas nunca una subida
sólo la suya subida
hasta que llegó el día
al fin llegó
al fin de un largo día
sentada a la ventana
quieta a su ventana
toda ojos
por todas partes
arriba y abajo
arriba y abajo
buscando una persiana subida
nada más
no hacía falta un rostro
tras el cristal
ojos hambrientos
como los suyos
por ver
por ser vista
no
una persiana subida
como la suya
un poco como la suya
una persiana subida nada más
otro ser allí por allí tras el cristal
otra alma viviente
una sola alma viviente
hasta que llegó el día
al fin llegó
al fin de un largo día
cuando ella dijo
se dijo a sí misma
a quién si no
hora de acabar
hora de acabar
sentada a la ventana
quieta a su ventana
única ventana
frente a otras ventanas
otras únicas ventanas
toda ojos
por todas partes
arriba y abajo
hora de acabar
hora de acabar
Samuel Beckett
La complacencia del cuerpo enmascara el desasosiego de la carne. Cuerpos exhibidos, mostrados con la intención de apaciguar algo de la carne que llevamos dentro. Una carne desasosegada en búsqueda de otra que amaine la tormenta. Otra en otro cuerpo como si fuese el propio. Encontrar ahí, en ese otro la carne que nos falta. El personaje, ese otro, que compromete nuestra memoria y nuestro cuerpo. Buscamos la carne, la que clama, en el intangible cuerpo del personaje. Nuestro arte es un arte de los ropajes para reencontrar a lo desaparecido, a los desaparecidos. Es nuestro deseo quien da la guía sobre el sentido de nuestra vida. ¿Será que la vida adquiere plenamente su sentido en presencia de la muerte? Es en esa tiniebla de lo perdido en donde el personaje nos obliga a mirar con los ojos abiertos.
(…) en el lago, con la barca, bogué cerca de la orilla, luego empujé la barca aguas adentro y abandoné a la deriva. Ella estaba tendida en las tablas del fondo, con las manos debajo de la cabeza y los ojos cerrados. Sol ardiente, apenas brisa, el agua algo rizada como a mí me gusta. Noté un rasguño en su muslo y le pregunte cómo se lo había hecho. Cogiendo cascallejas, me respondió. Volví a decirle que aquello me parecía inútil, y que no merecía la pena continuar, y ella dijo que sí sin abrir los ojos. (Pausa) Entonces le pedí que me mirase y al cabo de unos instantes…(pausa)…al cabo de unos instantes lo hizo, pero sus ojos eran como grietas por culpa del sol. Me incliné sobre ella para darle sombra y los ojos se abrieron. (Pausa).)
Me dejaron entrar. (Pausa.) La barca se había metido entre las cañas y se quedó encallada. ¡Cómo se doblaron, con un suspiro, ante la proa! (Pausa.) Me deslicé por encima de ella, el rostro contra sus senos y mi mano sobre ella. Estábamos allí, tendidos, sin movernos. Pero debajo de nosotros todo se movía y nos movía, suavemente de arriba abajo y de un lado a otro.
Samuel Beckett
¿Cómo encontrar la carne del personaje, que es la nuestra, sin la luz de la palabra? Encarnar el verbo es conjugar vida con deseo. La palabra, la palabra humana permite la visión de una carne. Y es la humana, la palabra humana la que nos permite mirar el cuadro. Es el cuadro de nuestra naturaleza por descubrir, puesto en la escena, el que podemos mirar una y otra vez si el cuerpo no se confunde con la carne, tapando lo más verdadero de esa nuestra naturaleza. La palabra que se pronuncia en el teatro nos permite ver el vacío donde la carne se muestra, aun no por completo, viva. Volver a las palabras, reencontrarse con ellas es dejar al cuerpo tranquilo en su intimidad para no violentar mas el sentido de su existencia.